Sonará extraño, mas considero que en las sociedades actuales la pedagogía y la moral new age están dando baza a una teoría paternalista en la cual los hijos no son sino extensiones de los padres o posesiones suyas. Nunca se tiene en cuenta lo que desea un menos de edad; siempre se supedita a la voluntad de sus padres. Se le imprime al chaval una moral católica/republicana, en primer lugar simplificando el aparato ideológico posible, en segundo lugar, encerrando al muchacho en apenas tres o cuatro conceptos; y finalmente, ideologizando sin más al joven. Ocurre sin embargo que cuando es un profesor el que manipula, el que siembra y riega una idea política polémica, está inmiscuyéndose donde no debe, casi violando un derecho inalienable de los que gozan de ese derecho que es la paternidad.
Los conservadores, empezando por los aguirristas madrileños, creen que la mejor educación para un hijo consiste en acudir al centro de educación que los padres deseen, sin importar la lejanía, el contenido o algo todavía más importante: la voluntad del alumno. Deseamos tener jóvenes maduros, cultos, cívicos y perfectos, pero les impedimos el acceso a la información, el ocio barato y de calidad, o el libre albedrío para escoger su propia escuela. Los infantes son propiedades más de sus padres, extensiones de sus brazos, labradores que sacan por la calle, vacunan y por lo que llegan a matar para poder escoger ellos y no el animal el árbol donde orinar.
Esto es propio del conservadurismo de este país, que considera a los jóvenes individuos vacíos a los que hay que llenar de ideología -religiosa, para hallar sentido a la tragedia de la vida; económica, para poder desenvolverse con soltura en esta sociedad mudable; y social, para aprender a acercarse a un tipo de persona y no cambiar de esfera-. ¿Y la izquierda no hace lo mismo? La educaciónd de valores de los progresistas es tan vomitiva como la otra: inculca la tolerancia, la democracia y el respeto como universales platónicos a digerir junto a los cereales dietéticos y la leche desnatada. Los valores no se aplican mediante el estudio teórico, sino mediante la práctica. Asimismo, la discusión sobre los valores es estúpida: no vale decir un sector de la sociedad -el reaccionario católico- tiene ciertos valores cristianos diferentes de los valores de la izquierda de la ceja: éstos son universales y sujetos a discusión racional, nunca política (estrictamente). El amor y el cuidado de los pobres son máximas de la izquierda y la derecha desde la perspectiva de la lucha de clases y el sacrificio de Cristo.
Educación para la Ciudadanía, quiero decir, fue positiva para la sociedad. Los jóvenes deben saber de las guerras, de la divisón de poderes, de la recesión económica, de las razas de la Tierra -que no son tal, sino accidentes de una especie, la humana, pluriforme-, mas también de ciencias empresariales, aborto, eutanasia, homosexualidad, sexualidad en general... Los temas polémicos en sí son interesantísmos y vitales para los hijos; deben saber que existen y a partir de ahí enjuiciarlos: tal vez viendo varios enfoques y varios dilemas morales, sociales y políticos juntos, en el mismo temario, a pesar de su posible confrontación ideológica, logren superar a sus padre y tener en vista otras cuestiones más importantes (aquí Hegel vendría de perillas para ejemplificar una superación integrando su tesis y su antítesis). Ojalá sea así. Sigo creyendo que Ciu (Ciudadanía, abreviado) fue una buena apuesta, pero también una apuesta pueril y patética en un sistema educativo, el español, condenado al fracaso por ser arma arrojadiza de los sucesivos gobernos y un símbolo de la inoperancia de la casta política. ¿Para cuándo un pacto de Estado?
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