Laura Gallego es para mí un ejemplo de escritor que va a perdurar en el panorama literario español, y no porque acapare en su bibliografía a los más famosos best-sellers de la época, sino por todo lo contrario: por consagrarse como una autora paulatina, disciplinada, exigente en cuanto a su propia calidad literaria, que pone por encima del corto plazo de la venta fácil y el marketing, un largo plazo destacable por su humildad.
Esta autora valenciana raramente sale en el telediario. Nunca opina sobre su vida personal, y menos sobre política o sobre otros temas. Se cirscunscribe a sus contables entrevistas y en su foro, twitter y página web propia a lo literario y juvenil, y esa concreción le ha granjeado unos horda de fieles que más que seguidores que esperan sus adaptaciones cinematográficas, como Meyer, son fieles lectores que prefieren leer a los malos hábitos de la juventud, que escriben con todas las letras y tienen cariño a sus personajes. Son, en definitiva, la juventud transparente y de la que no se habla para romper tópicos.
En cuanto a tu estilo, es sencillo. De hecho, la sencillez es lo que caracteriza su obra. Sus personajes suelen renovarse, no cumplir arquetipos, guiarse, más que por otros propósitos, por sus propios sentimientos a la hora de actuar en la narración, y constituir siempre, desde el principio y fin del libro, una evolución interesante. La amistad, pero sobre todo el amor, es el tema sobre el que versan los problemas de sus protagonistas; es un amor tímido e introspectivo, con numerosos diálogos interiores, y que raramente explota en pasión o en aclaraciones directas sobre esos sentimientos. Pero lejos de ser amilbarado, Laura Gallego emplea su imaginación más profunda para llamar la atención del que lee sobre el mundo fantástico creado, un mundo que, paradójicamente, es muy racional: la autora establece una serie de normas en sus mundos, una serie de patrones de lo que suele ocurrir en esos parajes fantásticos de serpientes voladoras, ángeles o alfombras mágicas. Así, siempre sorprende al lector rompiendo la monotonía de esos lugares y colocando elementos desestabilizadores que atrapan al lector -sus golpes de efectos pasan por evitar lo que se creía que iba a ocurrir en ese mundo fantástico-.
Precisamente es notorio el empleo de ella de recursos lógicos: sus personajes no son simples apasionados que gritan y chillan, sino que concatenan argumentos lógicos para llegar a conclusiones. Esto no significa que su obra sea un manual de lógica, sino que a la hora de salir de una enboscada, el personaje piensa "Las posibilidades, las soluciones, el método..." en lugar de "Mierda, me han pillado, voy a morir, no volveré a ver a X..."
Llas imágenes de ese mundo fantástico se visualizan fácilmente, creando una estética sencilla, casi infantil, pero en tanto en cuanto es sencilla, clara y sin pinceladas barrocas que intenten decir más de lo que es. No es, por tanto, una autora que use efectismo narrativos más o menos aceptables; se decanta por una narración unipersonal, omnipresente y, en una excepción, en primera persona.
¿Conclusión? Que no soy uno de esos fans alocados a los que le parece una autora alguien perfecto, no: para mí, tienes su peros, sus errores, hasta su influencia a nivel personal en lo literario afecta más de lo que cree; pero sigue siendo una escritora, una buena escritora que se esfuerza, que es honesta y que llega perfectamente a lo más hondo del lector. Y eso no es fácil.
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