Parece que las dos Españas no son tan ireconciliables como parece. Sí, la democracia ha hecho que las dos Españas se turnen el poder cada ocho años, pero cada vez que se da un cambio de gobierno se fractura el pensamiento del pueblo, y lo más importante, su historia.
¿Somos tan simples los españoles que nos dividimos exclusivamente en los que veían al exministro de Franco ya fallecido como un continuador del Régimen y los que lo veían como el renovador democrático que necesitó la derecha? Las redes sociales -conquistada por los jóvenes y con mayor activismo de la izquieda- lo ven como el asesino que, en parte, era, mientras los demás medios, la televisión pública ante todo, incide en su labor como padre del actual Partido Popular y como engranaje, junto a Suárez, entre el franquismo y la transición.
¿Qué fué exactamente esa figura gallega recientemente mitificada? ¿Un asesino? ¿Un aperturista?
En la historia de España- para decepción de la justicia histórica ejemplarizada en Garzón-, así como cuando se derribó el III Reich u otros régimenes, la línea que separaba a los militares del caudillo, a los asesinos, de la población civil inocente o no tan inocente, era y es tan difusa que los gobiernos democráticos o predemocráticos se vieron y se ven obligados a emplear la anmistía como arma de reunificación nacional para el orden y la libertad que la sociedad quiere. Más aún, que pudiera pasar página el país era lo que ansiaban las víctimas de la tormenta.
En un país como España pasar página presenta claroscuros. Si bien conseguimos consolidar un sistema equitativo justo a través de una desligación del franquismo digamos mestiza, ahora las víctimas de la Guerra Civil reclaman justicia para sus víctimas y se sienten engañados. No se proclamó la III República a la muerte del dictador, sino que se reinstauró la caduca monarquía. Y tampoco se impusieron como primer orden la aperturadel tema guerracivilista.
España cree que ha olvidado su pasado. Como dijo un argentino en Cuéntame: "Ustedes los españoles piensan que han inventado la democracia". No seamos ingenuos. Ni vivamos sin el temor de sublevaciones. El Gobierno debe ser consciente de que en España nada es estable. Una crisis como ésta aún más agravada podría acabar con nuestra realeza; una crisis como ésta podría reabrir brechas en una derecha como la que tenemos, con treinta años de experiencia democrática y sin embargo muy anclado en los principios del Movimiento.
¿Fraga fue un monstruo? ¿Fraga fue un santo? Como la mayoría de las figuras políticas de este país que no se unden en el fango de la corrupción solos y desprestigiados, fue una persona de carne y hueso, mediocre, con sus luces y sombras. El conjunto de la sociedad nunca se podrá de acuerdo en el papel que jugó.
Pero es que España aún tiene muchas luces y sombras.
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