(Entrada resucitada).
Los partidos minoritarios suben en las encuestas como la espuma ante en declive y la decepción que arrastran el PP y el PSOE -que, sin embargo, continúan monopolizando el centro parlamentario-. Entre otro, Izquierda Unida asoma la cabeza tímidamente y saborea consejerías y gobiernos por doquier. La prueba de ello es Andalucía y Asturias, donde en el fondo las riñas entre los herederos del PCE se olvidan y vuelven los abrazos y las sonrisas a fin de arrebatar escaños al partido del Gobierno Central -pobre esfuerzo de Javier Arenas-.
Pero creo que en estos tiempos criticar a Izquierda Unida es necesario: el gobierno, recién rescatado y en erosión continuada, va a ir de capa caída y asemejándose a la vía de Grecia, preveo una hecatombe popular a medio y largo plazo, otorgando a los fieles de Cayo Lara una ascensión estelar. Ahora bien, esto me parece radicalmente peligroso.
Si hay algo que me tranquiliza del Partido Socialista y en general de los socialistas es su apaciguamiento frente al radicalismo de los comunistas. Éstos mantienen idearios decimonónicos que sin embargo en tiempos de crisis -o de ciudadanía boba- pegan con cola y llaman la atención de los más desfavorecidos.
¿Por qué la izquierda llama tanto? ¿Por qué se ama tanto una bandera -la comunista- sin conocimiento de causa? El comunista es dictadura, es idealismo, es totalitarismo, campos de exterminio y guerra. Ahora bien, aunque reconozco que el socialismo es, en esencia, diferente y más tranquilo, más democrático y conciliador, ni lo acepto ni lo defiendo ni lo secundo de ninguna manera -no es el momento ni el lugar para despellejar porque creo que los socialistas dejan mucho que desear en cuanto a su programa y en tanto a su oratoria-. Pero es que los que decidieron mantener la bandera comunista y cambiarse el nombre por izquierdistas, fardan de mantener como premisas la igualdad, la justicia, el reparto equitativo, la educación y sanidad públicas... a cambio de darles lo que más valor tiene: la democracia. Sí, mantengo en mi posición que los izquierdas son a largo plazo antidemocráticos.
A la hora de dar razones de esto me vienen a la mente falacias ad hominem, pero voy a decir una de una sola palabra que sintetiza la sinrazón a la que me refiero: Cuba. La Cuba de Castro, es a mi juicio la prueba viviente de la sinrazón y estupidez a la que estos miembros de Izquierda Unida se refieren. No se ofendan, señores de izquierda, por decirles que no saben que donde ha alcanzado el poder la izquierda más radical se ha dado la bestialidad más radical. No se ofendan si les digo que el bastión de la izquierda desde el final de la Segunda Gran Guerra, Cuba, no es más que un islote de un dictador con chándal de Adidas tan despreciable como Al-Assad, aunque ciertamente más sinuoso y menos llamativo. No se ofendan si les digo que los castristas no son capaces de argumentar sus propias medidas sin argüir a una injerencia extranjera en la isla. Y que acuda a Cuba es significativo, porque IU y Cuba tienen idearios cercanos; son primos lejanos que hablan la misma. El propio Llamazares estudió en la isla comunista.
Los izquierdistas se aferran a conceptos abstractos peligrosísimos. Uno de los más adorados es la igualdad. ¡Bella igualdad! Platón la amaría. Y la igualdad de sexo... ¡ya ni hablemos! No sabemos ya qué es un hombre y una mujer, en todos los sentidos antropológicos, ni qué características deben tener los varones en una izquierda que aboga por elevar a la mujer a un estadio casi equánime -cuando biológicamente son claramente distintos-. La igualdad es un peligro: es una igualdad matemática, geométrica: la misma matemática que usaba Stalin en la mecanización del campo para exterminar a millones de rusos que sencillamente, con cabían en la cuenta.
Las referencias filosóficas vienen solas, lo siento. La influencia de cierto profesor polémico me puede, pero antes de sus lecciones ya venía pensando cómo es necesario minar a la izquierda: como digo siempre, no a las personas, sino a las ideas.
En defintiva, el ciudadano progresista de hoy día debe y puede criticar a la izquierda. Porque es lo que debe hacer todo ciudadano que duda de lo que le dicen que es lo mejor; o sea, hablamos de alguien sensato.
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