Cuando llega el estío y en general todo el mundo piensa en vacaciones, tranquilidad y modorra, algo sucede en nuestras vidas que no percibimos: que se paralizan. De repente, nuestros proyectos más urgentes ya no tienen tanta prisa, nuestra jornada laboral se concibe como una cuenta atrás para nuestro pisito en Benidorm, y nuestra máxima aspiración es descansar en la piscina de nuestras preocupaciones.
Sin embargo, esta mentalidad veraniega no es sólo temporal; en el caso de nuestro país, somos veraniegos todo el año. ¿La causa? Nuestra sangre mediterránea. Con ella vivimos más las fiestas, somos pasionales comos los latinos europeos, y finalmente, trabajamos comos los que menos. La tradición anglosajona, en cambio, más centrada en el trabajo y con un clima desafortunado, se focaliza más en el trabajo y allí productividad es igual a salario, calumnia, en cambio, en España.
De ahí que los alemanes, suizos, franceses...vengan a nuestro literal mediterráneo; ellos no tienen nuestra fuego en la sangre, nuestra alegría por el calor del verano-sólo hace faltar ver cómo festejamos las fiestas de San Juan para ver nuestro verdadero yo, uno festival y exótico-. Y es que el calor lo cambia todo a su paso; es el parentésis que el año, y las personas, necesitan.
1 comentario:
Ay verano, verano... Qué haríamos sin el verano. Por mucho que me guste el invierno, debo reconocer qué cierto es lo de la cuenta atrás y que todo el mundo piensa en vacaciones; algunos todavía seguimos con exámenes y se notan mucho la "sangre latina europea" :)
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